Los cinco hijos de Viviana Montecinos Suazo (53) han estudiado en liceos emblemáticos de la Región Metropolitana. Tres de sus cuatro hijas mujeres lo hicieron en Santiago Centro: en el Liceo 6 Teresa Prats, el Liceo 1 Javiera Carrera y el Instituto Nacional. En esta entrevista, junto a sus hijas Saset (27) y Viviana (16), cuenta cómo han vivido la experiencia de ser una familia que lleva un sello común de educación pública y por qué les hace sentido hasta el día de hoy.

«A nosotros nos tocó llegar a la educación pública como familia porque no había otra alternativa. Pero también pensamos como papás que la educación pública es fundamental, porque el profesorado ahí, entiende que está educando a un país», dice.

Viviana Montecinos entró al mundo de la educación pública desde que nació a su primera hija. Cuenta que en esa época, ella trabajaba como funcionaria pública y las jornadas que ofrecían los jardines infantiles del Estado permitían que ella pudiese cumplir con su rol de madre y trabajadora en paz. «Uno cuando viene de una vida muy precaria en todo orden de cosas, el proyecto de vida que uno busca para los hijos siempre va a ser el mejor. Uno dice: “Ya, esto es lo que tengo, estas son las herramientas que me da el Estado. No tengo opción para pagar algo, así que esto es lo que puedo hacer”, dice que pensó en ese momento.

Ha vivido en Renca toda su vida, por lo que ha medida que sus cinco hijos comenzaban a tener la edad para ingresar a las escuelas básicas, ella los inscribía en establecimientos de la zona. Fue en 2011, cuando decidió que quería que su primera hija, Jesse, fuese parte de la educación emblemática. Quedó en el Liceo 6 Teresa Prats . La segunda, quedó en el Liceo 1 Javiera Carrera en Santiago Centro. De ahí en adelante, la visión sobre la educación que ella quería para sus hijos cambió para siempre.

«Con la madurez que tengo hoy, tengo una visión completamente distinta de lo que aspiraba. Cuando les propusimos a las dos mayores que postularan a los liceos emblemáticos, en sus colegios les dijeron: “¿Y por qué te quieres ir para allá? ¿No crees que es aspirar mucho para tus capacidades?”. Yo no podía creer que ni siquiera los profesores tenían la capacidad de decirle a los estudiantes que podían soñar con salir de la vulnerabilidad. Ni ellos mismos se tenían confianza», comienza a contar.

«Por eso cuando quedaron en dos liceos emblemáticos, eso también me abrió puertas a mí sobre lo que podía aspirar para mis hijos y que yo sabía que podían lograr», continúa. Esa fe, la aprendió de su madre, educadora en matemáticas. «Yo aspiré siempre a lo que me decía ella: el niño no nace con una etiqueta académica o con un talento. El niño se crea, se forma con todo lo que uno le entrega como familia y complementándolo con la educación. Una educación integral que desarrollara el cerebro. Queríamos que la educación les entregara todas las herramientas necesarias para tomar decisiones en un país lleno de brechas, partiendo por ser mujer«.

Al convertirse en apoderada de ambos liceos emblemáticos, cuenta que se le abrió el mundo por la participación que empezó a vivir en la educación de sus hijas. «Yo quería ser parte de la educación, luchar contra las injusticias, y eso no fue algo que pude hacer en su colegio de básica. Cuando llegué a los liceos, me encontré con apoderados, profesores, directivos y apoderados que tenían la misma visión que yo: poner en el centro la educación integral», explica. «No estaba tan perdida», pensó.

Su tercer hijo, Fabián después entró a estudiar al Liceo 7 de Ñuñoa. Isadora, la cuarta, al Instituto Artístico de Estudios Secundarios (ISUCH). Viviana, la quinta y de 16, sigue estudiando en Instituto Nacional. Viviana Montecinos ya se había convencido de que en la educación pública y emblemática iba a encontrar lo que estaba buscando para su familia.

madre e hijas liceos emblemáticos

Una educación integral: «En estos liceos pueden tener acceso a todas sus actividades en un mismo lugar»

Lo que Viviana más anhelaba, era que sus hijos pudiesen estar en el colegio todo el día teniendo todas sus actividades en el mismo lugar. «Mis hijas siguieron por el camino de las artes. A ellas, se les abrió el mundo cuando entraron a los liceos emblemáticos. Había deporte, música, robótica, todo. Podían hacer una vida ahí adentro. Podían estar todo el día y no aburrirse. Lo pasaban bien, podían socializar, aprender y disfrutar», cuenta.

Antes de eso, sus hijas tuvieron que «irse educando por etapas», explica Viviana. «Golpeamos puertas para hacer música, folclor y artes. Todo tenía que hacerlo en distintos lugares porque el colegio no tenía esa percepción de integralidad».

Saset, su segunda hija que entró al Liceo 1 Javiera Carrera y que la acompaña en esta entrevista, cuenta que desde siempre le gustó el deporte. Tenía clases de Taekwondo en un lugar y luego entró como bailarina al ballet BAFOCHI, en otro. Pero al ingresar al Liceo 1, se encontró con nuevos conocimientos e intereses. «¡Yo quería tomar todos los talleres! Hice chino mandarín, robótica, folclor, música folclórica y varios más», cuenta entusiasmada.

Esa integralidad no solo le entregó la posibilidad de satisfacer miles de intereses. Saset, que estudió ingeniería civil industrial al salir del liceo, dice que el saber organizarse y la exigencia le permitió «hacer muchas actividades sin morir en el intento en la universidad».

Para Saset, el liceo no solo representó una exigencia académica mayor que hoy valora mucho. «En el liceo me mostraron la realidad de lo que sucede a nivel país y me enseñaron una conciencia social que no entregan todos los colegios», cuenta. «Hacen muchas actividades que tienen que ver con la solidaridad, que para mí es muy importante. Por ejemplo, en invierno, juntaban cuadraditos tejidos y hacían frazadas para la gente que vivía en la calle. O hacían desayunos para ellos. Para Navidad, se hacían actividades masivas para las y los niños que no tenían la oportunidad de tener una con sus familias. Para mi todo eso fue muy significativo. Son exigentes, sí, pero también tienen esta otra parte».

Al lado de Viviana y Saset está sentada Viviana, la hija más joven de la familia, que asiste al Instituto Nacional desde séptimo básico. Hoy está en segundo medio y cuenta que le gusta la historia, la tecnología, lengua y literatura y la música. Además, también canta en el BAFOCHI. Cuando piensa en qué le gustaría estudiar, dice tiene muchas opciones, pero en el lado humanista. «Me gustaría ser abogada, porque siento que es importante defender los derechos de las personas. Pero también quiero entender por qué el ser humano hace las cosas, entonces me gustaría Psicología o Sociología».

Lo de las humanidades lo aprendió de sus profesores.

La mayor sorpresa: la vocación docente y sentirse escuchadas

«Lo que más me sorprendió cuando llegué al Instituto Nacional fueron los profesores», dice Viviana. «Pensé que todos iban a ser muy exigentes y corrigiéndote todo el rato, pero en realidad, son muy comprensivos y humanos. Hay muchos profesores conocidos por tener demasiada vocación y que enseñan súper bien. Para mi es muy significativo, me hace querer ir al colegio, dan ganas de ir».

Viviana lo comenta a raíz de lo difícil que fue transitar a un establecimiento emblemático y de excelencia. «Fue complicado, porque las exigencias son diferentes. En la prueba de admisión, salían fracciones y cosas más complicadas que yo nunca había visto. Hubo mucho contraste. Pero me entusiasmó ver desde el principio que los profesores estaban comprometidos a enseñarte cosas y que la educación era mejor», recuerda hoy.

La diferencia en la exigencia es una realidad y uno de los desafíos más grandes para la matrícula de los liceos emblemáticos. Pero Viviana y Saset testifican que con vocación pedagógica sí se puede lograr.

«Incluso a veces, los más cascarrabias son los que más te llegan al corazón», agrega Saset. «Muchos profesores me apoyaron en momentos en los que no sabía que hacer, o que estaba con pena. Se preocupaban por una. Si una faltaba, al tiro ya estaban preguntando qué era lo que pasaba. No pasa eso en todos los lugares».

Hoy, Saset piensa en estudiar la pedagogía y volver al Liceo 1. «Me gustaría devolver todo lo que me enseñaron de alguna forma», dice.

Además, hoy es mamá de su primer hijo. Por eso, ha reflexionado sobre la posibilidad de que él también estudie en un liceo emblemático. «Primero, sueño con que la educación básica evolucione por ejemplo, en el tema del inglés. Pero de lo que estoy segura, es que si de grande entra a la educación pública, tendrá voz propia y sabrá lo que está pasando en su país», opina.

El sentir que su propia voz fue escuchada en su paso por el Liceo 1 la marcó para siempre y por eso, siente que es lo que le gustaría que la educación pública le entregara a su hijo también. «Es un aprendizaje del que siempre estaré agradecida». dice.

Recuerda que en la universidad eso le sirvió mucho. «Yo entré a una carrera machista. Tenía un profesor que nos decía a las 6 mujeres de 50 estudiantes que habíamos en la sala: ‘¿Y ustedes qué hacen aquí? ¿Vienen a buscar marido? Deberían estar en la casa haciendo la comida’. Otras amigas se reían, pero cuando me preguntó a mi por qué no me reía, yo lo detuve. Le dije que no me parecían ese tipo de comentarios. Ahí está el saber que tengo una voz porque me sentí escuchada desde pequeña. Eso me enseñaron en el liceo: a no quedarme callada con cosas que no me parecían».

Viviana Montecinos mira a sus cinco hijos hoy tener voz y voto y agradece que los establecimientos también le dieran esa experiencia a ella como apoderada. Esa visión de poner en el centro la educación integral, también conlleva la participación de la comunidad educativa en la decisiones pedagógicas. Hace unas semanas, Viviana participó de los Talleres «Liderazgos que Transforman» en las oficinas del SLEP Santiago Centro, donde se reunió a los centros de madres, padres y apoderados de escuelas y liceos de Santiago Centro. Ella asistió representando al Instituto Nacional.

Desde ahí, compartió su deseo para la educación pública del país: «Ojalá en todas las comunas del país existiesen colegios como el Instituto Nacional. Que no fuese ésta la única posibilidad de estudiar en excelencia. Que toda la educación pública generara esto, integralidad y comunidad de verdad entre todos los estamentos», concluyó.

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