En el Liceo Municipal Metropolitano de Adultos (LMMA) hay un timbre que se echó a perder. Ese timbre, es el que suena para avisar una evacuación en caso de emergencia. Por eso, para la última «Operación Daisy» que se realizó en la calle Victoria 456, donde se ubica el liceo en Santiago Centro, el timbre sólo se escuchó en las salas de adelante del patio, pero no en las de atrás. Por fortuna, el problema se solucionó de inmediato. Fernando Sepúlveda (43), estudiante de tercer nivel (7mo y 8vo básico) desde principios de año y también electricista, reparó el circuito apenas se lo pidieron. «Ellos cuentan mucho conmigo. Yo soy cariñoso, amoroso, si necesitan algo, ayudo de inmediato, porque el hecho de que ellos me integraran trajo muchos cambios en mi vida», cuenta.

La última vez que Fernando recuerda haber estado en una sala de clases fue cuando tenía 9 años. Estaba en 3ro básico, en el último de los cuatro colegios a los que había asistido y lo habían expulsado, cuando vivía en la comuna de Independencia junto a su mamá y su hermana.

«Yo era hiperquinético y también me habían diagnosticado con déficit atencional. Siempre andaba haciendo travesuras, maldades y nunca estaba quieto. Eso para los colegios, fue algo malo. No veían en mí a una persona centrada en poner atención en aprender lo que tenía que aprender«, recuerda hoy.

Liceo Municipal Metropolitano de Adultos Fernando Sepúlveda

Su vida comenzó a ser inestable. Durante dos años, Fernando cuenta que se cambiaron varias veces de comuna para vivir, producto de la separación de sus padres. No lo aceptaban en ningún establecimiento producto de las expulsiones y tampoco sabía si iba a poder asistir.

Su familia lo llevó a un centro de nivelación del Ministerio de Educación. Ahí, cuenta que lo evaluaron, revisaron su CI y el estado de sus habilidades de aprendizaje. «Me entregaron unos documentos que decían que yo estaba listo para inscribirme en un colegio para seguir estudiando desde 7mo básico«, dice Fernando. Documentos, que cuenta que tuvo que escanear para que dejaran de deteriorarse en el tiempo.

Un sueño por cumplir

Eran finales de la década de los ’90. Fernando cumplió 15 años y decidió volver a intentar inscribirse en un establecimiento. Pasó por el Liceo José de San Martín brevemente, pero tuvo que abandonarlo cuando tenía 16. A los 18 volvió a intentarlo en otros colegios, pero todos le pedían un tipo de certificado que acreditara que había llegado a 3ro básico. Eran papeles, que él no tenía.

«Volví al Mineduc a buscarlos pero me dijeron que no estaban. Era como si yo nunca hubiese estudiado en mi vida. Después fui a buscarlos a la última escuela en la que había estado cuando vivía en Independencia y me dijeron que se habían quemado en un incendio junto a miles de otros documentos», relata Fernando. Hasta que a los 20, dejó de intentarlo. Fernando fue papá por primera vez a esa edad y eso, provocó la necesidad de conseguir urgentemente un trabajo.

Partió siendo panadero, luego pastelero. Ambos oficios los realizó durante 10 años. Después, la pareja de la madre de sus hijos lo invitó a sumarse a una empresa donde necesitaban un electricista. Aprendió solo a conectar circuitos, armar computadores, reparar desde una ampolleta hasta sistemas más complejos. Hasta que entró en el mundo de la construcción.

Liceo Municipal Metropolitano de Adultos Fernando Sepúlveda

«Hoy, sé hacer muchas cosas gracias al rubro en el que trabajo. El hambre de aprender, la curiosidad, me ha llevado a crecer y socializar en este mundo. Y cuando me relaciono con personas que son profesionales adentro de la construcción, siento la necesidad de nivelarme. Me inspiran», dice. «Además, yo sé que puedo, porque confío en mis capacidades. Soy muy hábil con la tecnología, aprendí solo a armar un computador, a instalar sistemas operativos, todo. Confío en mi. Solo necesitaba un colegio que me integrara».

Llegar al Liceo Municipal Metropolitano de Adultos

Y así pasó. Fernando Sepúlveda, a sus 43 años, nunca dejó de querer volver a estudiar. Pero no fue hasta principios de este año, que llegó a la puerta del Liceo Municipal Metropolitano de Adultos en Santiago Centro. Sin papeles, pero con una historia. Cuenta que primero lo recibió un asistente y la inspectora. Contó su historia de vida y al día siguiente, ya estaba listo para empezar el tercer nivel de enseñanza que incluye 7mo y 8vo básico. «Ahora estoy viviendo algo que debí haber vivido hace tanto tiempo… pero lo quiero aprovechar, sé que dará sus frutos», reflexiona.

Se ha hecho amigos, lo conocen como el más entusiasta del nivel y apoya en todas las actividades que el LMMA organiza para la comunidad educativa. Se mira a sí mismo y se sorprende de lo que está viviendo, pero a la vez, sabe que él estaba listo para hacerlo. «Hay cosas que se aprenden en la calle y otras que se aprenden en la casa», dice. «Me tocó conocer mucha gente que se fue quedando en el camino a pesar de haber terminado sus estudios. Se quedó inmersa en el mundo de la droga y la bohemia.  Ahora me miro como estoy yo y como están ellos y me da pena. Yo, sin haber tenido educación, todo lo que he logrado y lo que tengo ha sido porque me lo he propuesto«.

Pronto va a avanzar a la educación media y después, Fernando sueña en grande. Quiero terminar mis estudios y entrar a una carrera técnico profesional o incluso una ingeniería. Comprar una casa, un auto y vivir la vida que sé que podría haber tenido de haber estudiado. Yo sé que podría haber sido profesional desde mucho antes, pero ahora no lo veo con nostalgia, sino como una realidad», dice.

Fernando fue el único en su familia que no pudo terminar su educación en la niñez y en la adolescencia. Sus dos hermanas sí lo hicieron. «No juzgo las decisiones de los adultos en ese entonces, no sé que estaba pensando mi madre en ese entonces. Pero sí sé que ahora voy a cambiar esa historia», concluye.

Liceo Municipal Metropolitano de Adultos Fernando Sepúlveda