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El establecimiento ubicado en el Centro de Detención Preventiva Santiago Sur alberga a 700 estudiantes en enseñanza básica y media. En este lugar, donde la libertad física está limitada, la educación aparece como una forma profunda de liberación.

En medio del silencio imponente, irrumpe el ruido de las rejas. Puertas que se abren y cierran con firmeza, pasos rápidos por pasillos angostos, miradas atentas, voces que se escuchan detrás de los barrotes. Hasta que finalmente, llegamos a la calle 13, donde se encuentra el Liceo de Adultos Herbert Vargas Wallis, en el Centro de Detención Preventiva Santiago Sur.

Sus aulas no tienen paredes tradicionales; se despliegan en módulos, pasillos y rincones del penal. En este lugar, donde la libertad física está limitada, la educación aparece como una forma profunda de liberación. Esta escuela resguarda historias de errores, segundas oportunidades y anhelos contenidos.

El liceo alberga a más de 700 estudiantes privados de libertad, en cursos de enseñanza básica y media, convirtiéndose en un referente en educación en contexto de encierro. Lleva el nombre del profesor Herbert Vargas Wallis, quien dirigió la escuela en sus primeros años, en la década del 70, y cuyo legado se mantiene vivo en cada rincón del establecimiento.

Hasta ese espacio llegó esta semana el equipo del Servicio Local de Educación Pública (SLEP) Santiago Centro. Durante el recorrido, conocimos los proyectos pedagógicos en marcha, se dialogó con docentes sobre las dificultades y fortalezas de enseñar en este contexto, y se escuchó a los estudiantes.

La directora ejecutiva del SLEP Santiago Centro, Paulina Retamales, expresó con emoción lo que significó la jornada:

“Educar en la cárcel es, quizás, una de las formas más puras de ejercer el derecho a la educación. Aquí se enseña no solo a sumar, leer o escribir; aquí se enseña a creer en uno mismo, a reconstruir, a mirar el futuro con otros ojos. Nuestro compromiso como SLEP es seguir fortaleciendo esta labor imprescindible”, señaló.

El Liceo Herbert Vargas Wallis es una propuesta educativa con identidad propia. A través de actividades artístico-culturales, programas de oficios, un enfoque socioemocional transversal y un fuerte compromiso con los derechos humanos, este liceo no solo entrega contenidos, sino que habilita herramientas para la vida.

“Uno de los momentos que más me conmovió fue escuchar por qué estudian. Muchos de ellos lo hacen para poder ayudar a sus hijos con sus tareas cuando los visitan. Eso trasciende cualquier muro. Es profundamente simbólico ver cómo la educación impacta también en las familias, incluso desde el encierro», relató Paulina Retamales.

De los 33 cursos de educación básica y media de este establecimiento, 16 forman parte del Programa de Integración Escolar (PIE). La enseñanza se realiza en jornadas diurna y vespertina, y se despliega en distintos sectores del penal, adaptándose a las condiciones y necesidades de cada módulo. «Aquí hay un equipo de más de 50 personas que no solo enseña, sino que sostiene un proyecto de vida para cada estudiante. Se nota el compromiso en cada rincón, en cada gesto. Esta escuela funciona porque hay una comunidad convencida de su valor”, destacó la directora ejecutiva del SLEP.

Sobre el trabajo con Gendarmería, Paulina Retamales destacó:

“Uno de los grandes desafíos es coordinarse con instituciones que no tienen la educación como foco principal, como Gendarmería. Y sin embargo, aquí hay un compromiso real por hacer que este proyecto educativo no solo se mantenga, sino que crezca. Eso demuestra que cuando distintas voluntades se alinean, es posible transformar incluso los contextos más difíciles», concluyó.